
Lo que me ha conducido a pensar en esto, ha sido la preparación de la verbena de San Juan, en la cual, sin más ni más, siempre acompañan elementos comunes.
Ni que decir tiene que nombrarlo “San Juan” no tiene ningún sentido, ni siquiera el más católico de los lectores puede afirmar que antes del nacimiento de Juan el Bautista no se celebran rituales en esta fecha, ya que esta imposición católica sólo pudo con el nombre: la celebración del ritual en sí ha pervivido en la memoria colectiva y retrocedemos, año tras año, a los ritos ancestrales paganos.
Curiosamente, en una unión mental muy poderosa, los que nos situamos cerca de la costa, nos llama esa noche a la ebriedad la mezcla de agua, tierra y fuego. Sin saber por qué, cientos de miles de personas acuden al límite de la tierra con el mar, y unen los tres elementos.
Desde la antigüedad, el solsticio de verano, el mayor ángulo del Sol con la tierra, que provoca la noche más corta del año, suponía una época de abundancia y fertilidad. En unas fechas en las que se prevén las cosechas en los campos y frutos amorosos, era también en ciertos poblados costumbre los rituales sexuales, agradeciendo en esa noche tan energética los posibles frutos del amor, y para ello, se organizaban agradecimientos sexuales colectivos o en pareja. De aquí quizá se pueda desprender el porqué de que Junio sea uno de los meses en los cuales muchos novios lo escogen para casarse.

Además, para los esotéricos es una noche de mucho poder mágico, y cuando hadas y duendes danzan por los campos junto con muchos otros seres fantasiosos. Quizá esto también se deba a rituales antiguos, que en cierto sentido también llegan a la actualidad, donde se utilizan sustancias, yerbas o mezclas que nos permitan disfrutar de esos seres en la tierra.

-DISFRÚTALO-
1 comentario:
28 horas de celebración ... Pa habernos matao. De todas formas, estuvo de vicio!!
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