En estos últimos días he tenido que sufrir cómo la ineptitud
de algunos llevará a la perdición de los otros: ¿cómo puede ser que la
policía arrastre a una pobre señora de 75 años por no llevar mascarilla y
la acorralen entre 6 y dos patrullas?¿Cómo puede ser que ante esta
situación nadie diga nada? Ni siquiera yo, lo admito, porque tengo miedo.
No temo al virus, pero si a la insensatez y al poco sentido común de quien se supone ha de protegernos. La protección contra el Covid va a ser nuestra perdición:
primero porque el ejército de valientes señaladores con el dedo e
insultantes pro-obligación no dejarán que mi libertad esté por encima de
su pseudo-seguridad. Por lo tanto, atentos al aluvión de balconazis que
ataviados con sus máscaras del miedo nos conducirán hacia la perdida de
libertades primero y hacia la vacunación obligatoria después.
Y
es aquí a dónde quiero ir a parar, porque es lo que más me cabrea de
todo: No es ya que uno pueda estar de acuerdo o no con las políticas
aplicadas, con la contención de la pandemia o con el sistema sanitario.
El hecho es más simple que todo esto: váis a pedir la vacuna a gritos. Y en ella, no estará la curación al Covid. Porque toda esta pantomemia ha sido el primer acto de la gran mentira que algunos llevamos mucho tiempo advirtiendo: la nueva normalidad a la vuelta de la esquina, y la gran mayoría vitoreando su llegada.
Mira que hemos tenido tiempo, mira que hay pruebas, documentales y libros advirtiendo que esto llegaría, y de la mano de los de siempre: es una cuestión económica de las cinco familias banqueras que dominan el mundo. No hay advertencia que valga, ni siquiera en personas de mi entorno que las han visto y leído,
porque es muy dificil creer que la realidad, la que venden en TV, no
existe. Y preferimos hacer el avestruz y meter la cabeza en el suelo,
porque en verdad, jode mucho saber que no vas a poder hacer nada.
Insisto, ya lo he puesto en otros posts, pero dale a play a este trozo
de documental, que me cambió la vida en 2007 y disfruta del final.
Así que sólo pido que aquellos que dudan conmigo, que no lo ven todo tan claro y que no se han creído esto, sólo nos queda unirnos en un grito.